EMILIE DU CHATELET: Podcast Lila 84

«Una niña que a los 10 años había leído la obra de Descartes y Cicerón. Había estudiado matemáticas y metafísica.

Con 12 años de edad ya hablaba 5 idiomas y traducía textos del latín y del griego.

Una mujer superdotada y adelantada a su época. Y, dos siglos después, parece que sus méritos se reducen solo a haber sido la amante de Voltaire…»

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¿Sabías qué Emilie du Châtelet, conocida como Madame du Chatelet, fue una matemática y física francesa, traductora de Isaac Newton al francés y difusora de sus teorías?

Pues así es…

Emilie Chatelet fue una dama de la alta aristocracia francesa con un gran bagaje intelectual que participó activamente en los acontecimientos científicos de su época, el llamado siglo de las luces. Ella decía:

Juzgadme por mis propios méritos o por mi falta de ellos, pero no me veáis como un apéndice de aquel gran general o aquel renombrado académico. Soy por mí misma una persona completa, responsable única de mí misma, de todo lo que soy, todo lo que digo, y todo lo que hago.”

A lo largo de toda su vida, Emilie du Châtelet mantuvo una extensísima correspondencia, tanto de carácter personal como científico, con muchos de los personajes más destacados de su época. En una de esas cartas podemos leer:

Si yo fuera rey reformaría el abuso que minimiza a la mitad de la humanidad. Me gustaría que las mujeres participaran en todos los derechos humanos y, sobre todo, en los de la mente.”
Emilie du Chatelet, 1706

Pero, repasemos un poco su historia….

Gabrielle-Émilie le Tonelier de Breteuil nació en 1706 en París, y era hija de Louis Nicolas Le Tonnelier, barón de Breteuil, y de Gabrielle-Anne de Froulay.

Su padre, el barón de Breteuil, contaba con antepasados de renombre en la magistratura y en las finanzas.

Emilie tuvo 5 hermanos y una hermanastra (de la relación que tuvo su padre con otra mujer). Una hermanastra a la que apoyó cuando ésta pidió el reconocimiento de paternidad y la compensación económica correspondiente.

Cuentan que nuestra protagonista, desde su más tierna infancia, sentía curiosidad por todo y quería comprenderlo todo.

Por suerte, el acceso al saber en su casa no se le negó porque su padre, el barón de Breteuil, era liberal en la educación de sus hijos y también de su hija, a la que dio en casa la misma formación que a sus hermanos con buenos maestros. Y sí, digo en casa porque fuera no ya que Émilie no pudo asistir a los colegios ni a la Universidad porque estaban destinados a los hombres.

Además, sus padres recibían en su casa a muchos intelectuales de la época, científicos y matemáticos. Una de ellas, Madame de Mezieres, animó encarecidamente a Emilie a desarrollar sus facultades intelectuales.

Emilie du Chatelet era muy inteligente: a los diez años había leído a Cicerón y había estudiado matemáticas (por las que sentía pasión) y metafísica; a los 12 años ya hablaba cinco lenguas distintas: francés, inglés, italiano, español y alemán, y, además, traducía textos del latín y del griego.

También recibió clases de equitación, esgrima y gimnasia, algo poco habitual para las mujeres de su época… Además, era aficionada a la música y tocaba el clavecín.

Una superdotada y adelantada a su época, ya que su mirada era mucho más abierta de lo permitido.

A los dieciséis años, Émilie fue presentada en la corte de Versalles y disfrutó durante unos años de su glamour y extravagancia.

Con 19 años le arreglaron su boda con el marqués du Chastellet-Lomont, un hombre de treinta años de buena familia. Con él se trasladó a París. De ahí toma su rango de marquesa y su apellido aunque, si os fijáis, no fue Chastellet como se la conoció sino por Chatellet (por influencia de Voltaire).

Émilie fue madre de tres hijos aunque el más pequeño murió a los pocos meses de nacer…

Émilie Chatelet prosiguió con sus propios estudios, leyendo, estudiando álgebra y física…nunca dejaba de formarse. Ella decía:

"El estudio nos hace totalmente independientes y por ello el amor al estudio es la pasión más necesaria para nuestra felicidad; es un recurso seguro contra la adversidad, en una fuente de placer inagotable”.

En esa época, las reuniones en la Academia de las Ciencias francesa eran el centro de las discusiones científicas, pero no estaban abiertas a las mujeres.

Los otros lugares donde se discutían estas cuestiones eran los cafés de París, pero allí tampoco dejaban entrar a las mujeres.

En una ocasión, en 1734, Émilie Chatelet intentó entrar en el Café Gradot para discutir de matemáticas con Maupertuis.  Este café de París era el más famoso como lugar de reunión de matemáticos, astrónomos y físicos.

A Émilie, sin embargo, le prohibieron la entrada porque no se admitía a mujeres. Esta volvió una semana más tarde pero vestida como un hombre (al igual que nuestra George Sand/podcast lila 16). Y es que no intentaba engañar a nadie, sino poner en evidencia lo que consideraba una regla ridícula.  Esta vez la dejaron entrar y la sirvieron adecuadamente.

Notas: La Academia de Ciencias de París nació en 1666. Aunque en sus normas no aparece una prohibición expresa sobre la entrada de mujeres, la realidad es que Émilie du Châtelet no fue admitida. Todo ello a pesar de su contribución a la difusión de la física de Newton. Y en 1911 se vetó la entrada en ella de Marie Curie/podcast lila 11.

En la Academia de Ciencias de Berlín, fundada en el 1700, las primeras mujeres admitidas fueron las físicas Lise Meitner/podcast lila 48 en 1949 e Irène Joliot-Curie en 1950.

En 1733, Emilie Chatelet se reencontró con el filósofo Voltaire, con quien mantendría una larga y fuerte relación. Voltaire y Émilie se habían conocido cuando esta era una niña, ya que el filósofo había visitado ocasionalmente la casa de su familia.

Emilie du Chatelet y Voltaire

Émilie tomó parte activa en el trabajo de Voltaire y leía y opinaba sobre todo lo que escribía. Junto a Voltaire formaron una biblioteca de más de diez mil volúmenes, mayor que las de la mayoría de las universidades.

El periodo entre 1737 y 1739 fue de acumulación de conocimientos.  Estudió las publicaciones de los académicos para poderlas evaluar, y se dio cuenta de que estaban llenas de prejuicios…

Hacia 1736, Emilie leyó y tradujo La fábula de las abejas de Bernard Mandeville.  Pero no realizó una simple traducción. Emilie omitió algunas secciones, añadió material y escribió un Prefacio.

En este prefacio (del que se habla muy poco) expresaba sus puntos de vista sobre la posición de las mujeres y defendía la necesidad de la educación femenina. Ella decía:

“Los hombres tienen otros medios de alcanzar la gloria pero a las mujeres sólo les queda el estudio para consolarlas de las exclusiones y, en caso de alcanzar tal logro, ser reconocidas como iguales en razón”.

En 1737, la Academia de Ciencias anunció un concurso para el mejor ensayo científico sobre la naturaleza del fuego y su propagación y tanto Emilie Chatelet como Voltaire se presentaron por separado.

Esta Disertación sobre el fuego fue el primer paso al reconocimiento público de su valía. Se afirma que su trabajo era adelantado para su época. Constaba de ciento cuarenta páginas y mostraba sus estudios sobre los físicos anteriores.

Además, con Voltaire estudiaron a fondo la obra de Isaac Newton. Eso propició la publicación de un libro de Voltaire sobre Newton en el que Émilie aparecía en la portada representada como su «musa» pero no fue solo eso porque aunque la obra estaba firmada solo por Voltaire, este señaló en el prólogo la importancia de la contribución de Émilie Chatelet, sobre todo en la parte de óptica.

Y fijaos lo que pasó con el escritor Francesco Algarotti.  Este erudito tenía previsto publicar un libro sobre Newton. Este le prometió a nuestra protagonista que tanto su nombre como su retrato aparecerían en él, como agradecimiento a su ayuda. Así, se benefició de la extensa biblioteca de Émilie Chatelet y de su laboratorio, en el que ambos realizaron diversos experimentos de óptica. Pero cuando publicó su obra no le dedicó el libro como ella había esperado, sino a otro hombre…

Poco tiempo después, Emilie du Chatelet escribió Las instituciones de la física, obra en tres volúmenes publicada en 1740 que fue escrita para que su hijo pudiese comprender la física ya que no existía ningún libro en francés de física que pudiera servir para instruir a los jóvenes, y consideraba que era una disciplina indispensable para comprender el mundo. Esta obra dio a conocer a Emilie du Châtelet como intelectual y le dió el reconocimiento del mundo científico. La obra le valió ser nombrada miembro de la Academia de las Ciencias de Bolonia en 1746.

Aunque el libro estuvo sujeto a otra polémica: la provocada por el matemático König, uno de sus maestros que reivindicó la autoría de la obra aduciendo que Émilie la había redactado a partir de las lecciones que él había elaborado para explicarle las teorías del filósofo alemán Leibniz. De ahí que ella protagonizase el primer debate científico público de la época entre un hombre y una mujer.

Vale la pena también citar El Discurso sobre la felicidad que escribió entre 1745 y 1748 pero que no vería la luz hasta unos años más tarde de su muerte, en 1779. En ese libro expresaba:

Para ser felices, debemos deshacernos de nuestros prejuicios, ser virtuosos, gozar de buena salud, tener inclinaciones y pasiones, ser propensos a la ilusión, pues debemos la mayor parte de nuestros placeres a la ilusión”.

Cuando en 1749, con 42 años, supo que estaba embarazada de nuevo, intuyó que el parto podría tener un final trágico, por lo que se apresuró a terminar su manuscrito, trabajando contra reloj en su traducción sobre los Principia de Newton.

Aquello que empezó como una traducción al francés del famoso libro de Isaac Newton Philosophiae naturalis principia mathematica, más conocido como Principia, terminó por convertirse en un volumen de más de 500 páginas con objeciones y comprobaciones tanto propias como ajenas de las teorías del físico inglés.

Terminó la obra el mismo día de su muerte. «10 de septiembre de 1749». Tan solo unos días después de dar a luz a una niña, Emilie Chatelet falleció y cuentan que la bebé también.

Su obra se publicó finalmente en 1759 con un elogioso prefacio de Voltaire. Es la única traducción completa de la obra de Newton disponible en francés y considerada todavía la versión de referencia en este idioma.

Emilie Chatelet discutió, escribió, polemizó, estuvo en el ojo del huracán y, sin embargo, la Historia ha tenido tendencia a olvidar sus aportaciones.

ACTUALIDAD SOBRE EMILIE DU CHATELET

Se han dado nombre a un asteroide y a un cráter de Venus en su honor.

La ópera Émilie (2008), de Kaija Saariaho, trata de los últimos momentos de la vida de Mme du Châtelet.

Os destacamos el libro de la historiadora australiana Robyn Arianrhod, matemática e historiadora de la ciencia: Seducidas por la lógica: Emilie du Chatelet y Mary Somerville/podcast lila 70 y la revolución newtoniana.